Los esclavos fueron los que me despertaron. Ambos llevaban máscaras que solo dejaban ver los ojos. Tenía agujetas por todo el cuerpo y mis movimientos eran lentos y patosos. Sin mediar palabra señalaron al suelo. Allí estaban mis ropas: el arnés, los chaps, las botas y el suspensorio. Como pude me puse todo. Ahora la sensación extraña era estar vestido en aquel entorno. Me sentí un poco incómodo.
Cuando terminé de vestirme me agarraron los brazos y de una manera muy ruda me los pusieron a la espalda y me esposaron con las palmas hacia fuera. Me llevaron por el laberinto de corredores hasta la sala donde se había celebrado la cena. Allí estaba mi Amo, también completamente vestido. Cuando llegamos delante suya me soltaron. Yo caí de rodillas y le besé las botas. Luego permanecí asi, de rodillas mirando al suelo en señal de humildad y sumisión. Pasaron unos segundos y entonces vi el collar que pasaba por delante de mi cara y que El cerró alrededor de mi cuello.
-Nos vamos- dijo mientras tiraba de la correa haciéndome levantar.
No levanté la mirada del suelo así que no pude saber quien más estaba allí. Solo miraba los tacones de mi Amo y lo seguía. Subimos por la escalera y recorrimos parte de la casa donde habíamos llegado no hace mucho, pero que a mi me parecía una eternidad.
Salimos fuera, ya era de día. El sol me deslumbró. La moto estaba en la puerta, con los dos cascos encima. Aproveché para echar una mirada a la finca. Era grande pero una tapia impedía ver lo que había más allá.
Entonces El me levantó la barbilla y nuestras miradas se encontraron. Sus ojos se clavaron en los míos. Siempre que hacía aquello me desarmaba completamente. Noté como mi corazón bajaba y mi polla subía. Y entonces sonrió. Parecía que el suspensorio iba a estallar. El se puso los guantes y me agarró el paquete y apretó hasta que apareció una mueca de dolor en mi cara. Volvió a mirarme fijamente y volvió a sonreír. Acto seguido me puso la mordaza y el casco. Volví a quedar ciego. Con dificultad me subí a la moro y me sujetó a ella. El se subió y arrancó. Pasé todo el viaje apoyado en su espalda, uniéndome a El, confiando plenamente en cada curva. Pocas cosas me importaban ya. Cuando la moto se detuvo supe que habíamos llegado a casa. Me quitó el casco y estábamos en su garage.
Mis brazos y mis piernas estaban entumecidos. Me dolían todos los músculos del cuerpo, y no quería ni pensar en mis sentimientos y lo que me había pasado por dentro. Pensé que me esperaba otra sesión, pero en vez de eso me quitó las esposas y, sujetándome por el collar me llevó escaleras arriba. Pasamos el primer piso y llegamos a donde supuse estaban los dormitorios. Efectivamente, entramos en una habitación con una cama y que parecía la alcoba de mi Amo. Entramos y me soltó. Se situó en el centro y dijo:
-¡Desvísteme!
Sin mirarle a los ojos obedecí. Le fui quitando las prendas de cuero que llevaba y las iba colocando ordenadamente en una silla cercana. El no me miraba, sencillamente iba levantando los brazos o las piernas según era necesario. A medida que iba descubriendo su cuerpo me iba excitando. Cuando terminé estaba completamente empalmado, aunque el suspensorio mantenía mi polla bajo control. Mi Amo estaba completamente desnudo. Entonces me sujetó por el collar y me esposó a los barrotes de los pies de su cama de hierro.
-¡Duerme!-dijo y acto seguido se acostó en la cama.
El suelo estaba frío y duro, la luz se tamizaba a través de las persianas pero estaba tan agotado que me quedé completamente dormido. Una patada me despertó.
-¡Arriba, vístete!- dijo mi Amo señalando las ropas que estaban en el suelo mientras salía por la puerta. Me di cuenta que había oscurecido.
Rápidamente me quité la ropa de cuero de esclavo y me puse la que había traído cuando llegué a la casa: unos jeans, botas, camiseta y chaqueta vaquera. Me miré en un espejo que había en la habitación y me sentí muy extraño, aquel no era yo, ya no.
casi avergonzado bajé las escaleras hasta el salón. Allí, con una lámpara detrás que prácticamente no me dejaba verlo, estaba mi Amo. Llegué hasta El y me arrodillé hasta tocar con mi frente el suelo delante suyo.
-Es domingo por la tarde. Tienes que volver a tu casa. Lo harás por última vez. Arreglarás todos tus asuntos, recibirás instrucciones. Para empezar dirás a tu casero que no pagarás la casa más y dirás a familiares y amigos que vas a irte de viaje al menos durante un año, así que no recibirán noticias tuyas durante ese tiempo. Dejarás también tu trabajo a tiempo parcial. Sólo mantendrás la matrícula de la universidad pero serás un alumno por libre. Todo esto y más cosas las recibirás por escrito. ¿Entendido?
-si Amo- contesté yo.
-Ahora vete.
Me levanté y sin mirarle me dirigí hacia la puerta, cuando la cerré aún estaba en estado de shock. El exterior me pareció un lugar amenazante y extraño.
(continuará)
Cuando terminé de vestirme me agarraron los brazos y de una manera muy ruda me los pusieron a la espalda y me esposaron con las palmas hacia fuera. Me llevaron por el laberinto de corredores hasta la sala donde se había celebrado la cena. Allí estaba mi Amo, también completamente vestido. Cuando llegamos delante suya me soltaron. Yo caí de rodillas y le besé las botas. Luego permanecí asi, de rodillas mirando al suelo en señal de humildad y sumisión. Pasaron unos segundos y entonces vi el collar que pasaba por delante de mi cara y que El cerró alrededor de mi cuello.
-Nos vamos- dijo mientras tiraba de la correa haciéndome levantar.
No levanté la mirada del suelo así que no pude saber quien más estaba allí. Solo miraba los tacones de mi Amo y lo seguía. Subimos por la escalera y recorrimos parte de la casa donde habíamos llegado no hace mucho, pero que a mi me parecía una eternidad.
Salimos fuera, ya era de día. El sol me deslumbró. La moto estaba en la puerta, con los dos cascos encima. Aproveché para echar una mirada a la finca. Era grande pero una tapia impedía ver lo que había más allá.
Entonces El me levantó la barbilla y nuestras miradas se encontraron. Sus ojos se clavaron en los míos. Siempre que hacía aquello me desarmaba completamente. Noté como mi corazón bajaba y mi polla subía. Y entonces sonrió. Parecía que el suspensorio iba a estallar. El se puso los guantes y me agarró el paquete y apretó hasta que apareció una mueca de dolor en mi cara. Volvió a mirarme fijamente y volvió a sonreír. Acto seguido me puso la mordaza y el casco. Volví a quedar ciego. Con dificultad me subí a la moro y me sujetó a ella. El se subió y arrancó. Pasé todo el viaje apoyado en su espalda, uniéndome a El, confiando plenamente en cada curva. Pocas cosas me importaban ya. Cuando la moto se detuvo supe que habíamos llegado a casa. Me quitó el casco y estábamos en su garage.
Mis brazos y mis piernas estaban entumecidos. Me dolían todos los músculos del cuerpo, y no quería ni pensar en mis sentimientos y lo que me había pasado por dentro. Pensé que me esperaba otra sesión, pero en vez de eso me quitó las esposas y, sujetándome por el collar me llevó escaleras arriba. Pasamos el primer piso y llegamos a donde supuse estaban los dormitorios. Efectivamente, entramos en una habitación con una cama y que parecía la alcoba de mi Amo. Entramos y me soltó. Se situó en el centro y dijo:
-¡Desvísteme!
Sin mirarle a los ojos obedecí. Le fui quitando las prendas de cuero que llevaba y las iba colocando ordenadamente en una silla cercana. El no me miraba, sencillamente iba levantando los brazos o las piernas según era necesario. A medida que iba descubriendo su cuerpo me iba excitando. Cuando terminé estaba completamente empalmado, aunque el suspensorio mantenía mi polla bajo control. Mi Amo estaba completamente desnudo. Entonces me sujetó por el collar y me esposó a los barrotes de los pies de su cama de hierro.
-¡Duerme!-dijo y acto seguido se acostó en la cama.
El suelo estaba frío y duro, la luz se tamizaba a través de las persianas pero estaba tan agotado que me quedé completamente dormido. Una patada me despertó.
-¡Arriba, vístete!- dijo mi Amo señalando las ropas que estaban en el suelo mientras salía por la puerta. Me di cuenta que había oscurecido.
Rápidamente me quité la ropa de cuero de esclavo y me puse la que había traído cuando llegué a la casa: unos jeans, botas, camiseta y chaqueta vaquera. Me miré en un espejo que había en la habitación y me sentí muy extraño, aquel no era yo, ya no.
casi avergonzado bajé las escaleras hasta el salón. Allí, con una lámpara detrás que prácticamente no me dejaba verlo, estaba mi Amo. Llegué hasta El y me arrodillé hasta tocar con mi frente el suelo delante suyo.
-Es domingo por la tarde. Tienes que volver a tu casa. Lo harás por última vez. Arreglarás todos tus asuntos, recibirás instrucciones. Para empezar dirás a tu casero que no pagarás la casa más y dirás a familiares y amigos que vas a irte de viaje al menos durante un año, así que no recibirán noticias tuyas durante ese tiempo. Dejarás también tu trabajo a tiempo parcial. Sólo mantendrás la matrícula de la universidad pero serás un alumno por libre. Todo esto y más cosas las recibirás por escrito. ¿Entendido?
-si Amo- contesté yo.
-Ahora vete.
Me levanté y sin mirarle me dirigí hacia la puerta, cuando la cerré aún estaba en estado de shock. El exterior me pareció un lugar amenazante y extraño.
(continuará)
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